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Desde el asesinato del presidente Jovenel Moïse en julio de 2021, pandillas violentas y fuertemente armadas han extendido su control a gran parte de Haití. Antes del amanecer del 29 de febrero, dieron la demostración más alarmante de su poder hasta el momento. Las dos mayores coaliciones de pandillas (el G9 y el Gpèp) unieron fuerzas para lanzar una ofensiva contra puntos críticos en todo Puerto Príncipe, la capital, incluidas comisarías de policía, las principales instalaciones portuarias, el aeropuerto internacional y varios edificios gubernamentales. No es casualidad que estos ataques coordinados se produjeran el mismo día en que el primer ministro en funciones, Ariel Henry, se embarcaba hacia Nairobi, Kenia, en lo que había sido programado como un viaje para concretar una misión internacional que, con el respaldo de la ONU, desplegaría policías de Kenia y otros países para ayudar a sus homólogos haitianos a enfrentar las pandillas.

Jimmy “Barbecue” Chérizier, el líder más reconocido del G9, asumió de inmediato la responsabilidad de los ataques y celebró una rueda de prensa en la que afirmó que la ofensiva era obra de un frente amplio llamado Viv Ansanm (que significa “vivir juntos” en creole haitiano). Chérizier anunció que la intención del frente era impedir que Henry regresara al país, objetivo que logró. Durante ruedas de prensa en los días siguientes, Chérizier reconoció que las pandillas habían hecho daño a la población civil y pidió perdón en nombre de la nueva coalición criminal. Insistió en que las pandillas no sólo pretendían derrocar a Henry (quien anunció su intención de dimitir cuando se forme un gobierno de transición) sino también derribar toda la estructura política, a la que calificó como “un sistema cruel en el que un pequeño grupo de personas controla toda la riqueza del país”. Las pandillas ya han dado señales de que no reconocerán el gobierno de coalición que se espera se forme en los próximos días.

Los ataques han tenido altibajos, pero en su mayoría se han mantenido. Tras el caos de principios de marzo, hubo una breve pausa en el ritmo y la intensidad de la violencia, pero recientemente las pandillas han retomado la ofensiva. El 2 de marzo, las pandillas invadieron las dos prisiones más grandes de Haití, ambas en la capital, y liberaron a más de 4700 reclusos, entre ellos varios pandilleros de alto perfil. La policía haitiana se vio desbordada. Durante las primeras etapas del levantamiento, un oficial de policía le dijo a Crisis Group que la fuerza tenía dificultades para contrarrestar los ataques en varios frentes, y agregó que las debilidades crónicas de la policía (la falta de personal, escasez de equipos y armas, y no tener una estrategia para responder a los ataques de las pandillas) habían quedado expuestas. Dijo que varios de sus colegas habían decidido abandonar sus puestos y refugiarse en sus hogares por temor a ser capturados por las pandillas, las cuales han publicado atroces videos en línea en los que se ve a agentes siendo asesinados y mutilados. Las pandillas han atacado más de una docena de comisarías, la academia de policía y el cuartel general de la policía. También saquearon e incendiaron la casa del jefe de policía Frantz Elbé. En la semana del 18 de marzo, las pandillas adelantaron brutales ataques en varios barrios exclusivos de las afueras de la capital, que hasta entonces no habían sido afectados en gran medida por la ofensiva, asesinando al menos a quince personas.

La arremetida de las pandillas ha aislado a Haití casi por completo del mundo y ha provocado caos dentro del país. Las aerolíneas suspendieron sus operaciones en el aeropuerto internacional de Puerto Príncipe el 4 de marzo debido a los repetidos ataques de las pandillas, y desde entonces ningún avión ha despegado ni aterrizado allí. Como las pandillas controlan todas las carreteras de entrada y salida de la capital, la única vía segura de escape de la ciudad es en helicóptero, algo que cuesta más de $10 000 dólares. El segundo aeropuerto internacional de Haití, en la ciudad norteña de Cabo Haitiano, sigue operando, pero muy pocos se atreven a salir de Puerto Príncipe por tierra para tomar un vuelo desde allí. Desde el 29 de febrero, sólo unos pocos carrotanques han podido cargar combustible en Varreux, la principal terminal petrolera. Tras varios ataques al principal puerto marítimo de contenedores del país, ubicado en la costa de Puerto Príncipe y administrado por Caribbean Port Services, personas han irrumpido en las bodegas para robar ayuda humanitaria, incluidos cargamentos de alimentos y suministros médicos. Las pandillas que ahora controlan este puerto tienen en su poder unos 260 contenedores pertenecientes a organismos de ayuda humanitaria.

Source of original article: RSS (www.crisisgroup.org).
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