La primera sacudida sacó al doctor Abdul Mateen Sahak de la cama. La segunda se fijó en la hora que marcaba su teléfono. Era poco antes de la medianoche del domingo pasado, y los escarpados y montañosos valles del este de Afganistán acababan de ser azotados por un potente terremoto de magnitud 6,0 en la escala de Richter, seguido muy pronto por la primera de muchas réplicas.
En su casa de Jalalabad, a unos 50 kilómetros del epicentro, el doctor Sahak y su esposa salieron rápidamente de su habitación y encontraron a sus ocho hijos ya en el pasillo. “Pensé inmediatamente en Herat”, dice el médico afgano de casi cuarenta años, refiriéndose al terremoto que devastó la provincia occidental del país en 2023. “Me di cuenta de que el impacto también sería enorme aquí”.
Originario de la zona de Jalalabad, Sahak conocía de primera mano lo que este nuevo desastre significaría para el noreste del país, donde muchas familias extendidas viven bajo el mismo techo en lugares remotos y de difícil acceso. En cuestión de segundos, sus casas construidas con barro y piedras sueltas se derrumbarían. Las carreteras desaparecerían bajo los escombros. Las familias quedarían enterradas vivas mientras dormían.
Las primeras llamadas
El doctor Sahak, quien dirige la oficina local de emergencias de la Organización Mundial de la Salud (OMS), recurrió de inmediato al grupo de WhatsApp de su grupo sanitario, un hilo que conecta hospitales, clínicas y organizaciones de ayuda de toda la región. Los informes comenzaron a llegar poco a poco desde Asadabad, la capital de la vecina provincia de Kunar, la zona más afectada de la frontera con Pakistán. Allí, el terremoto se había sentido con mucha fuerza, según le informó el principal hospital de la ciudad. Probablemente algunos residentes resultarían heridos.
A la 1 de la madrugada, las llamadas se volvieron más urgentes: “Hemos recibido múltiples heridos de diferentes zonas y la situación no pinta bien. ¡Ayúdennos si les es posible!”
El monzón complica la primera respuesta
El doctor Sahak le pidió a su equipo de la OMS que se reuniera con él en el almacén de la Organización en Jalalabad. Mientras él y sus colegas conducían en la oscuridad, comenzó a llover: el monzón complicaría todo: desde los aterrizajes de helicópteros hasta los desplazamientos de las ambulancias en las primeras horas de la respuesta.
Pronto, la ayuda se conectó. Cargaron un camión con suministros médicos en el depósito de la OMS, y lo llevaron al aeropuerto de Jalalabad, a cinco kilómetros de distancia, antes de que un helicóptero del Ministerio de Defensa transportara palés hacia el distrito de Nurgal, el epicentro del terremoto, a medio camino entre Asadabad y Jalalabad. “Por suerte, pudimos llegar rápidamente a la zona más afectada”, apuntó el doctor Sahak.
El doctor Abdul Mateen Sahak y su equipo dela OMS visitan el hospital de Kunar, Afganistán, tras el terremoto.
En el distrito de Nurgal
Su equipo inicial sobre el terreno se redujo a tan solo cuatro personas: un asesor técnico, un punto focal de emergencias, un asistente de seguridad y él. En cuestión de horas, reclutaron a socios afganos de dos ONG locales, reuniendo un grupo de 18 médicos, enfermeras y farmacéuticos; “seis de ellos eran médicas y parteras”, detalla. Ese primer día, la OMS logró transportar por avión 23 toneladas de medicamentos al distrito de Nurgal.
Mientras tanto, el número de víctimas seguía aumentando. “Se supo que murieron 500, quizás 600 personas. Hubo miles de heridos y miles de casas destruidas”, recuerda el doctor Sahak. Cinco días después, el saldo oficial es mucho más sombrío: más de 2200 muertos, 3640 heridos y 6700 casas dañadas.
Él y su equipo llegaron al distrito de Nurgal el lunes por la tarde a bordo de un vehículo blindado. “Muchas carreteras estaban cerradas porque caían grandes piedras de las montañas”, explica. En los carriles que permanecían abiertos, la multitud ralentizaba el tráfico: miles de civiles acudían apresuradamente, la mayoría a pie, para ayudar a las víctimas.
“¿Dónde está mi bebé?”
Una vez allí, el doctor Sahak, un experimentado trabajador humanitario, no estaba preparado para la magnitud de la devastación. “Vimos cadáveres en la calle. Estaban esperando a que la gente entrara para enterrarlos”, narra. Voluntarios de rescate acudieron en masa desde los distritos vecinos para limpiar los escombros, trasladar a los heridos y hacerse cargo de los muertos.
Entre los sobrevivientes se encontraba un hombre de 60 años llamado Mohammed, cuya casa había sido destruida. “Con él vivía un total de 30 familiares… 22 de ellos habían muerto en el terremoto”, apunta el doctor Sahak. “Fue impactante para mí. No podía soportar mirar a este hombre a los ojos. Estaba llorando”.
En la clínica local, con las paredes agrietadas por los temblores, el personal médico atendía a un número cada vez mayor de pacientes bajo tiendas de campaña instaladas en el exterior. El doctor Sahak se encontró con una mujer con múltiples lesiones: fractura de pelvis, traumatismo craneoencefálico y costillas rotas. Le costaba respirar y no podía dejar de llorar. “No dejaba de decir: ‘¿Dónde está mi bebé? ¡Necesito a mi bebé! ¡Por favor, tráiganme a mi bebé!’”, rememora, luego, hace una pausa y continúa: “Perdió a su bebé. A toda su familia”.
El equipo de la OMS liderado por el doctor Abdul Mateen Sahak incluye a mujeres médicas y parteras.
Mujeres en primera línea
En un país donde las estrictas y restrictivas normas de género rigen la vida pública, el terremoto rompió barreras brevemente. “En los primeros días, todos, hombres y mujeres, estábamos rescatando a la gente”, dice. Las doctoras y parteras aún pueden trabajar en Afganistán, pero solo si van acompañadas a los hospitales por un familiar masculino. El doctor Sahak asegura que tampoco vio que se les negara atención a las pacientes.
La crisis más profunda, añade, es el éxodo de profesionales femeninas desde el regreso de los talibanes en 2021. “La mayoría de los médicos especialistas, en particular las mujeres, abandonaron el país… Tenemos dificultades para encontrar personal profesional”.
El impacto llegó a su propia casa. Su hija mayor cursaba quinto año de medicina en Kabul cuando las nuevas autoridades prohibieron a las mujeres acceder a la educación superior. “Lamentablemente, ahora está en casa. No puede hacer nada, no tiene ninguna posibilidad de completar su educación”.
El temor de la familia
Desde el principio, la tarea de la OMS fue mantener las clínicas en funcionamiento proporcionando orientación técnica, suministros médicos e instrucciones claras. También proporcionó palabras de aliento al personal médico. “Les decíamos: ‘¡Son unos héroes!’”, precisa.
Mientras animaba a los médicos locales, su familia en Jalalabad seguía preocupada por las noticias. El doctor Sahak había dedicado su carrera a dirigir hospitales y liderar respuestas de emergencia en todo Afganistán, pero este desastre lo afectó demasiado.
Esa primera noche, cuando finalmente regresó con su esposa e hijos, fue su madre de 85 años quien lo saludó primero. “Me abrazó durante más de diez minutos”, cuenta. Lo regañó con dulzura e intentó hacerle prometer que no regresaría a las zonas afectadas. Pero en los distritos orientales pobres de Nurgal, Chawkay, Dara-i-Nur y Alingar, decenas de miles de personas dependían de la OMS para sobrevivir. A la mañana siguiente, estaba de vuelta en la ruta.
El doctor Abdul Mateen Sahak y su equipo de la OMS se reunieron con dos mujeres, en el hospital regional de Asadabad, en la provincia afgana de Kunar, que habían perdido a todos sus familiares en el terremoto del 31 de agosto de 2025.
El registro de la ayuda
El viernes por la tarde, cuando Noticias ONU habló con él, sus cifras de registro resumían la ayuda en la emergencia: 46 toneladas de suministros médicos entregados; más de 15.000 botellas de lactato, glucosa y cloruro de sodio distribuidas (líquidos intravenosos para traumatismos y deshidratación); y 17 equipos de vigilancia de la OMS desplegados para rastrear la propagación de enfermedades, cuya aparición se prevé pronto debido a la destrucción de las fuentes de agua potable y los sistemas de saneamiento.
La OMS ha solicitado 4 millones de dólares para brindar intervenciones sanitarias vitales y ampliar los servicios de salud móviles. Unos 800 pacientes críticos ya han sido trasladados de urgencia al hospital de Jalalabad. Otros fueron llevados al nosocomio regional de Asadabad, que el doctor Sahak y su equipo visitaron el martes.
“Ve allí y ayuda a la gente”
Afuera del centro de salud, vieron a dos supervivientes que se protegían del sol bajo una estrecha franja de sombra junto a un muro: una mujer mayor y su hija, ambas recién dadas de alta, solas. “Estaban vivas, pero los trece familiares que les quedaban estaban muertos”, deplora el doctor Sahak. No quedaba nadie para recogerlas. La hija, de veintitantos años, parecía devastada: “No podía hablar”. Las lágrimas corrían por su rostro.
Conmovido por su difícil situación, el doctor Sahak pidió al hospital que los mantuviera en cama durante una o dos semanas. El director accedió. Esa noche, de vuelta en casa, le contó la escena a su familia. “Todos lloraban y ni siquiera podían cenar”, señala. Para entonces, ni siquiera su madre le rogaba que se quedara. “Por favor, ve allí y ayuda a la gente”, le dijo.
Source of original article: United Nations (news.un.org). Photo credit: UN. The content of this article does not necessarily reflect the views or opinion of Global Diaspora News (www.globaldiasporanews.net).
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