Antes de ponerse el chaleco beige y las botas de campo para enfrentar huracanes, guerras y campos de refugiados, Pedro Matos trabajaba en la ingeniería espacial, manejando imágenes satelitales y cartografía.

Se pasaba los días creando mapas para apoyar misiones humanitarias, hasta que entendió que no quería quedarse detrás de la pantalla, como él mismo recuerda.

Mapas y respuesta
«En un momento dado, dejó de ser suficiente. No quería hacer mapas para que otras personas llevaran a cabo respuestas humanitarias. Quería tomar esos mapas y ser yo quien hiciera la respuesta».

No fue fácil, le tomó ocho años lograrlo. Pero esa decisión lo llevó hace 17 al Programa Mundial de Alimentos (PMA) de las Naciones Unidas, donde primero desarrolló mapas sobre el terreno y luego pasó a coordinar operaciones de emergencia.

Desde entonces, ha pasado por decenas de países y ha estado en el epicentro de crisis como el huracán Idai en Mozambique, el inicio de la guerra en Ucrania o los campos de refugiados rohingya en Bangladés.

Como responder a una crisis

En una breve visita a Lisboa, conversó con ONU Noticias y explicó que la coordinación en una emergencia es como «mover un gobierno entero», donde cada agencia de la ONU representa un «ministerio», y la respuesta solo funciona cuando todos llegan juntos para asegurar las cuatro áreas esenciales: comida, refugio, agua y salud.

Pedro Matos acaba de regresar de una misión en Bangladés, donde trabajó en Cox’s Bazar, el mayor campo de refugiados del mundo, con 700.000 personas. Ya había estado allí en 2018, en el punto candente de la crisis, cuando «un millón de personas cruzaron la frontera en un mes». Hoy, aunque siguen en un «limbo», destaca mejoras como casas y caminos más resistentes a los monzones, cocinas de gas y reforestación.

«Logramos dar mejores condiciones para que la gente viva en este limbo con un poco más de comodidad», asegura.

La crisis de Sudán es una de las más difíciles del mundo y Pedro Matos estuvo allí en 2022.

El valor de un Premio Nobel

Pese a las dificultades y riesgos, Pedro Matos no duda sobre la lección más importante que ha aprendido: «Las personas son esencialmente buenas. Cuando se enfrentan a la tragedia de cerca, quieren ayudar al prójimo, aunque sea muy diferente».

En 2020, el PMA recibió el Premio Nobel de la Paz, un reconocimiento que Matos acepta con humildad.

«Nuestro trabajo es muy invisible, pese a que alimentamos a 120 millones de personas diariamente. [El Nobel] nos dio un escenario para alertar sobre crisis como las de la República Democrática del Congo, Myanmar, Sudán o Gaza, que a menudo pasan desapercibidas».

Matos advierte sobre las muchas crisis que salieron de los titulares pero siguen activas. Su trabajo también es darles voz.

De todas las crisis en las que ha servido, recuerda que la más dura fue la del huracán Idai en Mozambique (2019). «Fue intenso, pero gratificante: salvamos a miles». También recuerda especialmente Ucrania al inicio de la guerra.

Pero no tiene quejas: «Somos privilegiados: elegimos estar allí. Ellos no. Eso pone las cosas en perspectiva».

Y tiene un mensaje para quienes también sientan la llamada de la ayuda humanitaria: «adapten sus habilidades (abogacía, logística, etc.) al sector y personalicen cada postulación».

Source of original article: United Nations (news.un.org). Photo credit: UN. The content of this article does not necessarily reflect the views or opinion of Global Diaspora News (www.globaldiasporanews.net).

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