La luz de la mañana se extiende sobre Sikaiana, un remoto atolón de las Islas Salomón, en el Pacífico Sur, donde el océano sustenta la vida y, al mismo tiempo, la amenaza.
Sikaiana, con menos de dos kilómetros cuadrados, está rodeada por el mar y alberga a solo 300 personas. Además, se encuentra a más de 200 kilómetros de la isla principal del archipiélago de las Salomón.
La mayoría de las casas se encuentran a pocos pasos de la costa, donde las mareas altas inundan la línea de árboles y se filtran en los pozos, lo que hace que el agua dulce sea escasa.
Aun así, la vida continúa con una sensación de rutina. Los niños van descalzos a la escuela, los pescadores preparan sus redes y las familias cuidan sus huertos como siempre lo han hecho.
En la única escuela de la isla, el director Tuiao Kapule se detiene para sacar agua de lluvia de un tanque de almacenamiento, un recurso precioso en este atolón aislado donde cada gota cuenta.
«Cuando era niño, la vida en Sikaiana no era así», dice. «Ahora las mareas son más altas, los niveles de agua salada han subido y es más difícil cultivar alimentos como solíamos hacerlo».
Observa a sus alumnos jugar cerca, con sus risas resonando en el patio de la escuela. «A las familias les está costando mucho hacer frente a los cambios», afirma. «Algunos alumnos se quedan en casa cuando no hay suficiente para comer».
Más tarde esa tarde, Tuiao está fuera de su casa con su hijo menor en brazos.
«Sikaiana es mi patria», dice en voz baja. «Pero si alguna vez tenemos que irnos, me iré. La vida en esta isla ya no es lo que era».
Su historia refleja la de Mary Maike, una anciana de la comunidad que ha vivido toda su vida junto al mar.
«Cuando llueve mucho, no podemos cosechar», explica. «Nuestros huertos dependen del clima. Cuando el sol brilla demasiado tiempo, los depósitos se secan, por lo que tenemos que buscar pozos, recoger agua y hervirla antes de poder beberla».
Ella observa a sus nietos jugar mientras los ancianos descansan cerca; la vida en la isla continúa como siempre.
«Si tenemos que reubicarnos, dependerá de nuestros líderes», explica. «Incluso si aceptamos mudarnos, no sabemos adónde iríamos. Preferimos quedarnos cerca del mar porque dependemos de la pesca y la recolección de conchas. Mudarnos al interior nos dificultaría mucho la vida».
En todas las Islas Salomón, historias como las de Tuiao y Mary son cada vez más comunes, ya que el aumento del nivel del mar, las tormentas más fuertes y los cambios climáticos están transformando la vida cotidiana, inundando jardines, contaminando pozos y erosionando las costas.
En Sikaiana, el cambio es evidente: el atolón se eleva solo cuatro metros sobre el nivel del mar y está protegido únicamente por una estrecha franja de manglares.
Para Tuiao, Mary y otras comunidades del Pacífico situadas en zonas bajas, no hay terrenos más elevados. Los diques son demasiado costosos y difíciles de construir, por lo que la reubicación es la única opción viable.
El destino de las pequeñas islas amenazadas por el cambio climático es uno de los temas que debatirán los delegados de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Clima (COP30), que se celebrará en Belém (Brasil).
No se trata de un reto nuevo.
En 2022, el Gobierno de las Islas Salomón, con el apoyo de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), puso en marcha las Directrices para la reubicación planificada, un marco para gestionar la reubicación de comunidades de zonas de alto riesgo como último recurso.
La OIM está ayudando al Gobierno a desarrollar un enfoque estándar para la reubicación planificada, asegurándose de que sea respete la dignidad de los isleños, al tiempo que garantiza su futuro a largo plazo.
Mientras el sol se pone en Sikaiana, las olas rompen suavemente contra la orilla, un ritmo constante que desde hace mucho define la vida en la isla. Sin embargo, bajo la superficie tranquila se esconde la incertidumbre: ¿cuánto tiempo puede durar este modo de vida?
Al igual que muchas familias de las Islas Salomón, Tuiao y Mary desean que sus hijos tengan un hogar seguro y un futuro que puedan construir con orgullo. Tanto si permanecen en Sikaiana como si se trasladan a otro lugar, su unidad y fortaleza les permiten mantener su dignidad.
Source of original article: United Nations (news.un.org). Photo credit: UN. The content of this article does not necessarily reflect the views or opinion of Global Diaspora News (www.globaldiasporanews.net).
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